En este artículo se lleva a cabo una revisión del mito de Dido y Eneas en el ámbito coreográfico y se estudia la importancia que ha tenido la partitura de Henry Purcell (ca. 1688) entre bailarines y coreógrafos de la danza contemporánea. Las versiones de Mark Morris (1989) y Sasha Waltz (2005) constituyen, en concreto, dos ejemplos ideales para percibir ciertos matices en su relación con el mito virgiliano a partir de unos intereses bien diferenciados.
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